DISCURSO DE ORDEN
Dra. Maribel Suárez Mancha
Conmemoración del Día Internacional
de la Mujer
Mérida, 08 de marzo de
2019
Antes de comenzar nuestras palabras del
día de hoy, ofrecemos un minuto de silencio por todas las mujeres que han
muerto luchando por nuestros derechos y reivindicaciones laborales, a las
irreverentes que se niegan a ser obedientes ante el machismo y/o al gobierno de turno, a las venezolanas
que salieron del país en la búsqueda de un futuro y consiguieron la muerte y a
nuestras valientes indígenas pemones, a ellas, estas palabras como tributo
póstumo.
El
papel de las mujeres en las coyunturas transformadoras

Nunca, como hasta ahora, nuestro papel en todas las culturas y geografías, ha tenido un papel tan preponderante.Desde ser la organizadora de la célula básica de la familia, principal educadora, formadora de valores y de ciudadanía hasta tener un papel sobresaliente en las coyunturas históricas trascendentales nosotras, cada día, participamos de manera más activa en política, gobiernos, alcanzando liderazgos inusitados en organismos internacionales, en los cuales hemos logrado visibilizar nuestra lucha, no sólo por reivindicaciones desde el punto de vista de género, sino también por las conquistas de igualdad de oportunidades que ha seguido a lo largo de la historia, sobre todo, de esa historia electrizante que escribimos estos días cuando se avecina un nuevo amanecer. Si lo vemos de una perspectiva amplia, tendríamos que considerar el hecho de que hemos, como mujeres, tenido que sortear innumerables obstáculos y esto ha sido un reto de múltiples aristas, para que nos reconozcan y respeten.
Hoy pasamos de tener papeles de reparto a ser protagonistas del cambio que vive el
país; de ser invitadas inevitables a
jugar un rol preponderante a la hora de marcar la salida a un régimen
derrotado; y, de querer ser a ser lo que
somos como marco inquebrantable de objetivos logrados y de metas alcanzadas.
Es que nuestra condición biológica no es
limitante ni suficiente para reclamar un lugar privilegiado, es una de las razones esgrimidas desde siempre
por el patriarcado. Pero también hemos tenido que estar a la par del varón, complementándolo y haciéndonos partícipes de
un destino común. En el hogar, principalmente, que es donde se forman los valores, nuestro papel ha sido fundamental en la
construcción de la mentalidad, la
sensibilidad y los valores. Esa siembra de valores será cosechada por las
nuevas generaciones con compañeros y
esposos cooperadores y no maridos que mandan. Ahí volveremos a ganar la batalla
que nos espera: La batalla de la construcción de una sociedad justa que
derrumbe a la sociedad corrupta actual, la
batalla que acabe con las mafias, tribus, contrabando y narco estado para que
surja, sin cuestionamiento alguno, la sociedad donde predomine la convivencia, el bien común y el respeto al otro así piense
distinto.
Históricamente, la mujer ha estado impulsada por grandes retos
que la han llevado a reivindicar su condición femenina sin complejos de
inferioridad. Esta lucha no ha sido
fácil, en primer lugar, porque los valores patriarcales se han
apoderado de los más pequeños resquicios y porque todavía reinan prejuicios y
formas de discriminación. Es una lucha
constante que libramos día tras día para reivindicar sus búsquedas trascendentales
y, al mismo tiempo, construir desde la singular condición que le
asiste, un espacio para reivindicarse, y ganar a pulso respeto y consideración
en el mundo. Somos consideradas, respetadas y, sin lugar a dudas, amadas, variables que nos
permiten seguir avanzando por la ruta correcta, sendero que nos lleva a momentos cruciales
donde estamos activadas. Somos parte de las luchas más sentidas y de los logros
alcanzados y por venir.
En los últimos años, en América Latina y muy especialmente en
Venezuela, la mujer ha tenido un papel
protagónico. Llamada también no sólo a
preservar los valores del hogar, sino
también ha tenido que salir a la calle a enfrentarse con un sinnúmero de
obstáculos, de limitaciones, de carencias, en una coyuntura política nada favorable. Ha sido la mujer venezolana consustancial con
las luchas por reivindicar valores democráticos, civiles, ciudadanos, y ha sido la mujer quien, de alguna manera, ha logrado preservar la
unidad familiar –cumpliendo simultáneamente las funciones de padre y madre- en
medio de la vorágine que ha significado en estos últimos años la diáspora en la
vida venezolana.
Muchas mujeres tuvieron que plantearse, por
primera vez, la necesidad de salir del país para procurarse el bienestar propio
y de su familia. Mujeres que han tenido que atravesar las fronteras a pie,
cargando sus hijos en brazos, como una
forma de salvarlos. Mujeres que han entendido que les corresponde no solamente
el don de la vida, sino el deber de
preservarla y han tenido que pagar un alto precio, hasta con sus vidas. Sobre estas coyunturas abundan los ejemplos. Y los medios de comunicación han dado muestras
cotidianas, con lo cual también habrá de escribirse la historia de estos días,
con sangre de mujeres venezolanas. Han sido muchas las mujeres que han
organizado, ya dentro de los nuevos
paradigmas de la migración, las formas
de preservar la familia, aun cuando en muchos casos, mantenerse unidos ha sido casi imposible.
Ahí, también, hemos estado presentes
asumiendo la responsabilidad que asumimos para lograr la sobrevivencia ante la
crisis nacional, ante la emergencia humanitaria compleja, ante el abandono de
las instituciones del Estado y, por tanto, ante la necesidad de buscar otro
estado que satisficiera las necesidades de la familia de esos casi 4 millones
de venezolanos que partieron de estas fronteras calientes.
La mujer profesional, la mujer que se prepara través del estudio
formal, la mujer que quiere competir, que históricamente ha buscado la igualdad
de oportunidades, también ha estado históricamente presente en
nuestro país. Y ha dado ingentes frutos. Pero la lucha no cesa, hoy más que nunca es
necesario pensar en la reconstrucción de la sociedad venezolana y en esa tarea
loable que tomará necesariamente múltiples y complejos derroteros, más temprano que tarde, tendrán en la mujer venezolana la mejor de las
aliadas como, hasta hora lo hemos sido.
Las mujeres venezolanas somos, aliadas
en la lucha de calle, en la disputa democrática, en el cambio y en la
transformación. Aliadas siempre con Venezuela y los venezolanos que amen el
sentimiento de libertad, solidaridad, paz y unidad.
Ojalá que el papel de la mujer sea
consustancial con su dignidad y, definitivamente,
pueda deslastrarse de las generalizaciones
que, en nada, contribuyen a entender la
multiplicidad de facetas que cada una de las mujeres venezolanas ha cumplido. Y tampoco que se generalice por el hecho de
que unas pocas mujeres –BIGOTUDAS- que han estado en posiciones de poder en los
últimos años, se hayan envilecido y
mancillando sus cargos por complicidad ideológica, y hayan dejado de lado la responsabilidad
histórica que les dio la República, a ellas desde esta noble tribuna les
decimos:
¡Ustedes
no nos representan, ustedes nos avergüenzan!
¡La
historia política del país y el bravo pueblo venezolano os demandará!
Estamos obligadas moral y éticamente a que en la
función pública la mujer pueda brillar con luz propia, gracias a nuestra capacidad, entrega, resultados positivos, sentido de la organización, pero también a su sensibilidad, a su ejemplo
de responsabilidad y visión estratégica a favor del bien y de la reconstrucción
de la democracia venezolana. Hemos
nacido para amar y ser amadas. Más allá del sentimiento se impone la pasión y
ese ímpetu es ingrediente en lograr lo trazado. Por eso:
¡Vamos
bien! ¡Vamos muy bien!
Las mujeres sindicalistas, hemos
demostrado una capacidad sin igual para defender los derechos y
reivindicaciones laborales desde cualquier cargo que ocupemos, a los cuales
hemos llegado por nuestras competencias, capacidad de lucha y en elecciones
uninominales en su mayoría. Nuestra labor es ardua, porque tenemos triple
trabajo: labores del hogar, las sindicales y las propias de nuestro ejercicio
profesional. Se lee sencillo, pero no lo es, ni lo será, sin embargo aquí
estamos dando la pelea por lo que por derecho nos corresponde. No venimos a
ocupar el puesto de ningún hombre porque nos lo
ganamos con trabajo, capacidad, responsabilidad y transparencia en el ejercicio de nuestras funciones.
La Venezuela que comienza a caminar
hacia un nuevo futuro, necesita de la participación
activa de muchas mujeres. En el hogar y
fuera de él, en todos los lugares donde
ha tenido que esforzarse para brillar, y
lo ha hecho con denodado sacrificio, por eso nos atrevemos a expresar: ¡Mujeres, llegó nuestra hora, estamos
preparadas para avanzar por VENEZUELA!
Ese esfuerzo no se apaciguará y estamos,
como nunca antes, comprometidas con la República de Venezuela,
con sus símbolos patrios, con su gente, su
idiosincrasia, con sus instituciones con
nuestras montañas hermosas, con nuestra
Universidad de Los Andes, con nuestros
hijos y familia y con nosotras mismas a
no detenernos hasta que respiremos libertad.
En este día especial, en nombre de todas
las mujeres venezolanas que han reivindicado su condición en función de una
nación próspera, pacífica y democrática,
estamos también llamadas a ejercer el poder: El del bien, la honestidad, la solidaridad y seguir siendo el faro de luz que guíe los
caminos que fortalezcan la familia, en
especial a la familia venezolana que tanto necesita de su concurso para
restituir su valor fundamental como eje de la sociedad que habrá de redefinir
el país que queremos, el país que
necesitamos, el país que nos merecemos.
Más allá de las reivindicaciones por las
que hemos luchado históricamente las mujeres, se trata de superar los complejos de inferioridad y
dependencia, la subordinación y la obediencia per se. También, de superar las
limitaciones del lenguaje, porque no se trata del intento fallido de utilizar
solamente marcas de lenguaje, ni de decir "amigues",
"todes", “niñes”, porque se pierden los objetivos verdaderamente
trascendentes y no se supera el hecho de transmitir prejuicios, estigmas y
estereotipos inaceptables, contradictorios a nuestras luchas históricas y
contemporáneas. Y tampoco de reivindicar un falso feminismo – hembrismo- extremista y militante, que no supera las
consignas y se confunde con la
degradación de lo femenino, como estrategia histórica incoada por el machismo,
el cual seguiremos combatiendo y rechazando desde nuestra trinchera de lucha, y
desde todos los ámbitos en los que
podamos desenmascararlos.
En este día especial, en nombre de todas
las mujeres venezolanas que han reivindicado su condición en función de una
nación próspera, pacífica y democrática, estamos también llamadas a ejercer el
poder: el del bien, la honestidad, la solidaridad y seguir siendo el faro de
luz a que guíe los caminos que fortalezcan la mujer y la familia. En especial a
la familia venezolana que tanto necesita de su concurso para restituir su valor
fundamental como eje de la sociedad que habrá de re-definir el país que
queremos
A las mujeres presentes, a las que nos
escuchan, a las que nos verán por medio de las redes, les expresamos: llegará
el momento de las elecciones libre con un nuevo CNE, llegará la hora de
reconstruir la democracia desde los cargos de elección popular. Tenemos
que postular nuestros nombres para los cargos de Concejales, Alcaldes,
Diputados, Gobernadores, y por qué no para
la Presidencia de la República de Venezuela.Llegó la hora de estar presentes en
los espacios de decisión, donde se establezcan las políticas públicas para que la visión de las mujeres, de
lo femenino, incida de forma definitiva en la salud, educación, economía,
agricultura, cultura, deportes, en la dirección legislativa, ejecutiva y hasta militar.
Alguna vez llegué a esta ciudad desde
Trujillo con una maleta cargada de ilusiones a continuar mis estudios
profesionales de maestría junto a mi hijo, compañero en el andar, pero también llevaba de equipaje la voluntad
que nos ha permitido superar la injusticia, la deslealtad, el prejuicio, la calumnia y todo aquello que algunos seres
humanos usan como mecanismo para quebrantar al luchador. Nada fue suficiente
para derrotar la voluntad que venía guardada en mi maleta y esa misma voluntad
está, hoy, totalmente al lado de
Venezuela, de los venezolanos, de Los Andes y de los andinos para lograr
liberarnos de este yugo que se impuso y hoy comienza a dar sus últimos
respiros.
El alto honor que se me ha concedido y
agradezco altamente desde la Gobernación
del estado Mérida y desde el Instituto Merideño de la Mujer y Familia, me ha
permitido desde esta digna tribuna como lo es la Plaza Bolívar, expresar en
esta fecha tan especial y transcendente algunas modestas palabras hilvanadas
desde nuestra propia circunstancia , para colocarnos en el centro de la verdad,
redefinir nuestras responsabilidades en el Plan País, y consolidar la presencia
de las mujeres en todos los espacios de decisión política del mundo.
Reflexiones de una madre divorciada, sindicalista de alma, vida y corazón,
profesional universitaria perteneciente a la clase trabajadora, a la cual me
debo y me honro en representar como mujer venezolana.
Para concluir, frente a ustedes y al
bravo pueblo de Mérida, y muy especialmente ante nuestras mujeres hoy en su día
lanzo estas líneas al viento:
Encontremos
en nosotros mismos, la fuerza indómita de nuestra conciencia, para que todas
nuestras voces, se unan en un solo canto, todas nuestras manos se unan en un
solo compromiso, todos nuestros brazos se unan en una sola obra, y todas
nuestras mentes se unan en una sola tarea:
¡Cese
de la usurpación, gobierno de transición y elecciones libres!
¡No
descasaremos, como mujeres, hasta el día que respiremos libertad!
Dra.
Maribel Suárez Mancha
Presidente
de INPRESIPRULA
Directora
Ejecutiva Nacional de la Central de Trabajadores ASI-Venezuela