Maribel Suárez Mancha

lunes, 17 de junio de 2013

En huelga de hambre ULA: Manuel Aranguren, Vicerrector Administrativo

Entrevista Manuel Aranguren
Conversamos en exclusiva con el vicerrector administrativo de la ULA, quien se ha sumado a la huelga

ULA “El único partido político en el que milito es en la universidad” Entrevista a Manuel Aranguren, Vicerrector Administrativo


Conversamos en exclusiva con el vicerrector administrativo de la ULA, quien se ha sumado a la huelga
 El Vicerrector Administrativo de la Universidad de Los Andes, Manuel Aranguren, se ha sumado en un ayuno de 24 horas, a la dura huelga que se lleva a cabo desde hace más de una semana en las instalaciones del Rectorado de la universidad en medio de una tensa pugna entre las universidades autónomas y el Estado tras la negativa de aumentarles el presupuesto. A primera vista, no parece un vicerrector, viste modestamente con chamarra y camisa bordada con el logo azul de la casa de estudios. Sin embargo, sus maneras le delatan. Habla con excesiva prudencia, con cordialidad. Habla pausadamente y siempre con cifras, estadísticas y argumentos en la punta de la lengua. Su carrera como político universitario ha sido vertiginosa. De estudiante fajado pasó, años más tarde, a ser Director de la escuela de Administración, luego Jefe del departamento de Contabilidad de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales, después Decano de la Facultad y finalmente, terminó sentado tras el escritorio como flamante Vicerrector Administrativo de la ULA. 

Se complace de ello apuntando: “Mi vida ha sido larga en la política universitaria.” Hoy, en una jornada crucial para su carrera, ha dejado su oficina para apostarse en una silla de plástico sin ingerir ni un gramo de arroz.

“Como se sabe, la universidad tiene cerca de seis años recibiendo el mismo presupuesto. Por lo que empleados, profesores y obreros reciben un sueldo que desde hace tres años no aumenta. El mismo sueldo todos los años frente al alto costo de la vida. En algún momento tenía que existir un reclamo, por esto tenemos la respuesta de los muchachos en huelga de hambre. Nosotros los profesores los acompañamos en ayuno durante 24 horas.” 

Dice, enorgullecido de lo que denomina “ayuno profesoral” mientras anuncia que en las próximas horas más académicos se solidarizarán con los estudiantes sumándose a la huelga de hambre parcial o completamente “en medio de esta lucha que no se sabe cuándo pueda terminar.” En efecto, no se sabe cuándo terminará. Ya no importan los semestres de clases, ni la incertidumbre del tiempo, ni cuánto deban seguir ahí apostados debilitándose por el hambre. En este momento, sólo parece importar hacer frente a la negativa del Estado que sigue en sus trece con tal de no aumentarles la partida.

El ministro Pedro Calzadilla, quien pasó del despacho de cultura al de Educación superior hace pocas semanas, tuvo como bienvenida el aleonamiento de las universidades en un paro indefinido de actividades que lo ha puesto tras las cuerdas. Convertido en una suerte de bestia negra por parte de los huelguistas, en su momento, intentó desestimar el paro diciendo que “no hay ningún motivo que pueda justificar una decisión de este tipo” e invitó a “hacer caso omiso a ese tipo de aventuras”. 

Asimismo, tildó la huelga de “irresponsable” por haberse iniciado en medio de unas supuestas conversaciones. El vicerrector administrativo Manuel Aranguren confirma, en cambio, lo que muchos sospechaban: que ni el tren rectoral de la Universidad de los Andes, ni portavoces de la FAPULA (Federación de Profesores de la ULA) se han reunido con él. “Se dice que algunos gremios han llegado a acuerdos con el ministerio. Pero son algunos gremios que desconocemos, desvinculados a la universidad. Hay que esperar un anuncio oficial para hacer una evaluación y tomar una decisión definitiva.” 

Apuntó, también, que “respetamos lo que pueda pensar el ministro pero él sabe cuáles son las condiciones en las que estamos, académicamente estamos estancados por falta de recursos. Él es profesor universitario. Las universidades están dispuestas a sentarse con él. Nosotros sólo queremos una mejor universidad.”

Por otra parte, frente a las declaraciones del presidente Nicolás Maduro, quien el miércoles desde el mismo estado Mérida decía que el aumento era “inviable” y que la huelga formaba parte de un plan de la derecha gremial, Manuel Aranguren responde que “con todo el respeto, no tiene razón. Si dice que no se puede dar un aumento, eso implica que la universidad queda estática, no puede crecer nunca. En el caso de la ULA, los laboratorios y facultades cuentan con pocos recursos. Incluso las becas universitarias (que acaban de ser aumentadas a 600 BsF.) en Mérida no alcanzan, ni siquiera, para pagar una habitación estudiantil en condiciones. Estas y muchas otras cosas son los motivos del reclamo de la universidad unida. 
Es un reclamo que yo considero justo.” Con respecto a las acusaciones de “desestabilización” hechas por Maduro, el otro “gran enemigo” de la universidad, el vicerrector responde con impresionante cautela: “Escaparse, dadas las condiciones en Venezuela, de lo político es imposible. La mayor parte de nosotros no somos políticos. Sí, nuestra lucha no es ajena a la política, pero no es política. Yo no soy político, el único partido en el que milito es en la universidad. Aquí hay cabida para todos.”

Rodeado de pancartas desafiantes y de universitarios famélicos, rozan ya las siete horas en que Aranguren no prueba bocado. Sorprende que tenga tan buen ánimo, que se le vea vigoroso, que sonría tanto en medio de ese calvario que es el hambre. Dice orgulloso que no le importa, que estará allí un día entero junto a los muchachos.
Le faltarán más de diecisiete largas horas.