Maribel Suárez Mancha

martes, 19 de noviembre de 2013

Paradojas del Gobierno

MARINO ALVARADO BETANCOURT |  EL UNIVERSAL
jueves 14 de noviembre de 2013  12:00 AM
 
Este es un gobierno lleno de contradicciones. Realmente es la continuidad de la manera como gobernó el expresidente Chávez. Las paradojas se producen entre lo dicho en los discursos y lo que se practica. Veamos solo tres de ellas.

Desde que asumió el poder la élite política que nos gobierna se ha mantenido un discurso permanente contra el consumismo. Según sus voceros, como consecuencia de esa desenfrenada carrera por consumir y consumir se incrementaron muchos problemas sociales. En diciembre de 2011 afirmaba el expresidente Chávez: "ojo con el consumismo capitalista desbordado por estos días (...) gastemos lo necesario, hay que ahorrar..."; eso no es precisamente lo que estamos viendo en los últimos días luego que el presidente Nicolás Maduro interviniera varios comercios de venta de electrodomésticos. Cientos de pobres y personas de clase media realizan enormes colas para comprar televisores, equipos de sonido, equipos de video y muchos otros productos similares.

Compartimos con el Presidente la lucha contra la especulación. Es necesaria. Pero la manera autoritaria y electorera con la que realizó su primera acción de la llamada lucha contra la guerra económica, lo que hizo fue exacerbar esos ánimos consumistas y darles oportunidad a muchos revendedores para que especulen luego con lo que compraron aprecios razonables. Así el Gobierno que critica el consumismo, termina alentándolo.

Otra paradoja del Gobierno es con la llamada doctrina de Seguridad Nacional. Esa misma que sirvió de fundamento a las dictaduras del Cono Sur para cometer graves violaciones a los derechos humanos. Cuando los dirigentes quieren aparentar ser más progresistas que cualquiera hablan de ella, despotrican contra las dictaduras y el imperio. Sin embargo,  el Gobierno cada día la enarbola más. Esa doctrina se basa, entre otros aspectos, en identificar un enemigo interno al cual hay que aplastar, derrotar y aniquilar. Para los dictadores de las décadas de los 70 y 80 en América Latina eran los comunistas. Justificaron todas sus atrocidades porque había que acabar con los enemigos de la patria que representaban intereses extranjeros y querían imponer el comunismo. Persiguieron, torturaron y asesinaron en nombre de esa patria que decían defender. El mismo discurso que hoy nos repite la dirigencia de la élite política gobernante. Solo que ahora los enemigos son los que piensan distinto al Gobierno. Y con el mismo discurso de defender la patria se persigue y se reprime. El decreto inicial con el que se creó el Centro Estratégico de Seguridad y Protección de la Patria lo decía sin rodeos, había que enfrentar a los enemigos internos. Es la misma filosofía con la que se pretendió hace cinco años convertir a cada ciudadano y ciudadana en un delator que informaría sobre la familia,  sus vecinos con la llamada Ley de Inteligencia y Contrainteligencia, que rápidamente el pueblo la bautizó como la ley sapo y que Chávez tuvo forzosamente que retirar.

Finalmente, la denominada contraloría social y democracia protagónica. Los líderes que nos gobiernan que quieren aparentar ser muy democráticos insisten en promover la llamada democracia participativa y protagónica. Elaboran leyes para estimular la contraloría social. Pero mantienen una política de opacidad en la gestión pública que impide el ejercicio de esa contraloría. Cada vez es más difícil el acceso a la información pública. Ni la memoria y cuenta de los ministerios se publican. Mucho menos es posible asumir posiciones críticas y reclamar participación. El militarismo ascendente en la gestión pública solo sabe dar órdenes y obligar a cumplirlas. Las órdenes no se discuten, no se debaten, se cumplen ciegamente. Por eso cada día se cierran más los espacios a la crítica, incluso en las propias filas del Gobierno.

Son algunas de las paradojas de un gobierno cada vez más autoritario en el discurso y en la práctica.

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